
Más de diez mil personas inundaron el pueblo serrano. El broche, "Los Manseros Santiagueños".
Pocas veces Carpintería estuvo tan rebalsada de gente como ayer. La plaza Manuel Zalazar y las callecitas de los alrededores eran un hormiguero humano: más de diez almas reunidas en el centro de ese pequeño pueblo serrano, atraídas por una fiesta que terminó de consolidarse como una invitación nacional para el último fin de semana largo del año.
Tamaña repercusión estuvo sostenida en la simpleza de los asados familiares con folclore de fondo, pero a gran escala.
Cuatrocientos cincuenta chivitos que fueron insuficientes, un centenar de diferentes platos dulces para la sobremesa, aire libre, mesas de madera y los siempre vigentes "Los Manseros Santiagueños" para el broche del escenario musical."Es increíble. Increíble. Superó cualquier proyección que podamos hacer", señaló la intendente Mónica Fernández, mientras acomodaba un costillar asado y jugoso sobre una bandeja, codo a codo con una veintena de vecinos que servían el plato principal de la 6ª Fiesta Nacional de la Carreta y los 101 Chivos.
La comida fue la gran atracción, y su aroma podía percibirse desde el ingreso mismo a Carpintería, donde una columna de autos avanzaba a paso de hombre al mediodía bajo la atenta supervisión de los policías que intentaban ordenar la circulación en la ruta N° 1. Cada terreno baldío y cada patio desocupado fueron usados como estacionamiento, porque las estrechas calles que rodean el centro estaban colmadas y apenas quedaba una huella por la que se podía avanzar.
Aunque fríos, los números ayudan a dimensionar la repercusión que tuvo la fiesta en el pueblo que habitan unos mil vecinos: a las 13, ya estaban vendidas las dos mil cuatrocientas tarjetas que por cuarenta y cinco pesos ofrecían un completo almuerzo (chivo, pan y ensalada).
A esa hora, los cuatrocientos chivitos ya habían sido devorados y los parrillones distribuidos en la calle fueron reforzados con otras cincuenta piezas. Diez asadores estuvieron a cargo de esa misión, primero encendiendo los troncos de algarrobo blanco a las seis de la mañana, colocando las carnes a las ocho y cuidando la cocción durante cuatro horas. Todas las menudencias fueron usadas para la chanfaina en dos ollas gigantes de hierro. Pero no alcanzó. Precavidos, las instituciones locales y los comercios surgieron como otra alternativa y todos tenían largas colas de gente deseosa de compensar el faltante con pizzas, empanadas, choripanes y pollos. A las 15, el cálculo policial estimaba que unas diez mil personas llegaron a Carpintería, especulando que con el correr de la tarde otra tanda de turistas llegaría para disfrutar de la música en vivo y gratuita que acompañó la jornada.
Por el escenario, adornado en forma campestre con fardos de pasto, flores secas y la emblemática rueda de madera, pasaron los ballets municipal y "Grito de mi Tierra", "Los de la Peña", el humor del "Duende Salteño" y "Los Manseros Santiagueños", que tocaron por primera vez en el pueblo ante una plaza llena de vecinos de la región y visitantes.
Con la siesta, desfilaron los sulkyes y carretas antiguas de Cortaderas, Piedra Blanca, La Paz (Córdoba), Villa Mercedes y alrededores. No les fue fácil avanzar: el público se arremolinaba frente a esas estructuras antiguas tiradas por caballos en busca de una foto que retratara su andar.
Todos los puestos de artesanías regionales estaban desbordados. En los kioscos faltaban gaseosas y agua fresca, y sus dueños cada tanto improvisaban escapadas a Merlo para cargar las heladeras. Incluso los chicos debían improvisar rincones de juego en las explanadas de la iglesia o la Municipalidad. Aún así, primó el orden y el ambiente familiar.
Y recién al anochecer la pasividad retornaba a las calles de Carpintería.
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